martes, 15 de marzo de 2011

Barroco Trono

Barco de luces
Barroco trono

SEMANA SANTA BARROCA
(COLUMNA)

Nada más barroco que la Semana Santa. No solo por la estética de sus pasos y desfiles procesionales, sino que hago alusión a su motivación conmovedora: un dolor que traspasa su manufactura artística a la geografía del sentimiento. Arte, memoria y sentimientos.

Ni la imagen menos pagada de suntuosidad escapa a ese barroquismo que pareciera colgar del aire que, pasmado, contempla el hierático paso de los santos, mientras el dolor, ornamentado de costura según gusto renacentista, pone llaga supurando oro y plata. El terciopelo, hecho manto por paciente y artesanal mano, borda ese dolor en brillos rizados –noche negra y luto como pena enfocada por estrellas-, a los efectos de cientos de cirios similares a imponentes lámparas de cera flanqueando el trono.

Barco de luces, llamó alguien a esas parihuelas artesanales transportadas por varas de oro y plata entre aromas sacramentales. Y son naves de luces que bogan sobre cabezas enfundadas por cárdeno crepúsculo de agonía o blanco de espuma sobre mar encrespado o negro de oscura noche para la soledad del alma llevadera por el reo: dolor desnudo como paisaje borrascoso sin cualquier probabilidad de visualizar un nocturno sahariano donde el cielo aparece como cuajado lumbrerío de estrellas que sí relucen en los mantos de la Dolorosa que duele en la esperanza.

El barco de luces, ya he dicho navegoso sobre satinado océano, es barroco trono con tapiz hilado en flores; que nunca es demasiado barroco ni tan trono como en estrecha calleja de arquitectura esencial cuando el resplandor de los cirios levanta temblores al encale. En esa estrechez el Cristo pierde el tronío suntuoso de veleidad y novelería y deviene en carne desgarrada por el espino que corona en sangre la sienes fingidas de color: marcas sobre un cuerpo que, declinante humanidad, soporta digno el último embate del escarnio y la mofa. Luego, sabe, entrara en ese vacío de cero absoluto donde se confecciona la formación del todo para convertirse en resurrección con nostalgia de la nada. Esto es budismo, o por ahí.

Pero hablamos de tronos, procesiones y gentío que bulle mediante una expresión estética. Semana Santa plural en color, olor y noche. Primavera en abril, patios y plazas donde se estrujan la brisa del azahar. Primavera con relumbre de cirios que nos traerán tronos que bajan y suben, serpenteando, las costanillas del alma y la memoria que también tiene rampa.

Marzo o abril en oro y sangre, como ornato de fiesta y luto de muerte en su liturgia pero heraldo del inicio, que entre efluvios de cera quemada y nocturnidad alevosa de jazmines lleva una madre de perfil gitano o un Crucificado entre tambores, cornetas, balconadas de saetas sobre “aquestos pies sangrosos de promesa”, semblantes que escalofrían penitencia, y alguna descalabrada lágrima por quienes no veremos, ni jamás volverán a ver ellos tampoco ese trotar la oscura noche los barco de luces que llevan cirios como lámparas, y primavera en parterres de flores, navegando año tras año sobre un satén marengo, en metáfora marinera.

Semana Santa, ya digo, y pasión y penitencia; ayuno y abstinencia; espina y manto de terciopelo bordado con estrellas en terciopelo de profunda noche sahariana. Solemne de grandes misterios y ceremoniales. Semana barroca que pone en la calle morados pliegues de ropaje renacimiento y capirotes medievales. Días y noches con flagelantes de cuyos pecho y espalda brota abundante sangre a los duros golpes de la disciplina. Mientras, una banda de jenízaros, interpreta a la cola del cortejo la Marcha a Sagunto del maestro Rodrigo. 

Eso es lo que quieren reflejar estas fotos, que son posibles a la tremenda generosidad de las Cofradías que aguantan con paciencia a quienes buscamos esa imagen única. También, son el resultado de un trabajo de varios años siguiéndolos como un cofrade más de todas ellas, si me lo permiten.



Reflejos en el incienso

Costaleros y velas

Mantillas
Hermano Mayor De la Virgen de los Dolores
Oratorio Juan Sebastián Bach

Detalle de La Piedad
Cristo despojado

Hay símbolos, gestos y plástica que me fascina de la Semana Santa. Su estética, aparte el sentido religioso, son volúmenes, colores, gestos y atmósferas que le son peculiares y dificil de encontrar en otras manifestaciones sociales. Admiten cientos de interpretaciones y de puntos de vista. No es una foto, es la interpretación de esos momento, la abstracción de esas formas el sentido de esta serie.


 
Así que pasen cinco años




La estética de los horquilleros en sus descansos

reflejos en un escaparate

  Tambor

Banda

Me obsesiona lo temporal en los rituales de Semana Santa. El paso de las imágenes me provoca una sensación de melancolía costante. Es el tiempo que pasa y los que ya no están. Y así lo recojo en estas sombras que aparececen sobre una fachada decadente de otra época y pronta al derrumbe.
La Borriquita en una procesión de los años setenta pasando por la plaza de la Constitución. El fondo de personas utilizado pertenece a una fotografía de los años cuarenta en un efecto de proyecció de imagen sobre la antigua fachada de casas.


 Color y movimiento